La costura es un oficio noble que con el paso del tiempo, se ha actualizado y complementado con el interés de costureros y costureras por el diseño de las prendas.
Estos expertos saben mejor que nadie como confeccionar o adaptar un vestido, un pantalón o una blusa al cuerpo de una mujer real –de cuerpo imperfecto-, a la que a menudo las marcas industriales no tienen en cuenta.
Aunque el de costurera y bordadora son oficios muy antiguos -fueron las francesas quienes, por primera vez, lograron que Luis XIV reconociera en 1675 la existencia jurídica de la comunidad de maestras costureras-, fue recién a mediados del siglo XX que se lo identificó como un trabajo disociado de la producción de prendas en serie y se lo asoció con factores como la calidad y la conveniencia en relación a su costo.
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Las personas que ejercen este servicio están conscientes de los retos a los que se enfrentan hoy en día, esto a causa de la competencia que existe impulsada por la tecnología y los grandes mercados textiles que han incursionado en México en los últimos años.
Su oficio compite a diario contra grandes textileras chinas que envían prendas a bajos precios que a muchas personas les es imposible igualar. Debido al costo de producción que las textileras tienen comparado con sus talleres y por el volumen de prendas que trabajan.
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Latinos, como el mexicano Gil Mendoza y la ecuatoriana Laura Ramos, trabajan a todo vapor en fábricas del distrito de la moda en Nueva York, Estados Unidos, para que los diseñadores lleven a tiempo a la pasarela sus propuestas durante los Fashion Week.
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Mendoza ha trabajado durante diez años en una de estas fábricas, junto a otros mexicanos y ecuatorianos que se encargan de diversas tareas, que van desde coser y planchar las piezas que los diseñadores muestran con orgullo en sus eventos.
Gil es autodidacta. Nunca ha tomado cursos de costura. Aprendió el oficio en su infancia, en su hogar, donde había una máquina de coser, pese a que nadie sabía sobre ese oficio.
“Aprendí a coser desde los ocho años. Me gustaba y me hacía las bolsas para la escuela, arreglaba mis uniformes escolares, dijo Mendoza».
Costureros: ellos son la solución cuando hay que arreglar ropa que se quiere reutilizar o confeccionar otra de mejor calidad. Todo demuestra que, si bien los años no han pasado en vano para ellos/ellas, su oficio logró reinventarse y está plenamente vigente.
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